09 Ene Tema 9. La espiritualidad en el noviazgo
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CONTENIDO
2.Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
4.Exposición del tema (30 min.)
4.1. Oración personal y en pareja
4.2. Eucaristía. Jesucristo vínculo de unidad
6.El acompañamiento entre sesiones
6.1. Consejos para preparar el acompañamiento
6.2. Tareas para realizar entre sesiones
2.Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
4.Exposición del tema (30 min.)
4.1. La caridad vivida en el noviazgo
a. Cómo aprender a amar más allá del amor humano
b. ¿Y con qué prácticas cotidianas lo podemos llevar adelante?
4.3. El perdón y la misericordia
6.El acompañamiento entre sesiones
6.1. Consejos para preparar el acompañamiento
6.2. Tareas para realizar entre sesiones
2.Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
4.Exposición del tema (Apostolado. Novios en la Iglesia) (30 min.)
4.1. Espiritualidad del cuidado, del consuelo y del estímulo
a. El cuidado – desde la Iglesia
b. El cuidado – entre nosotros
4.2. La dimensión eclesial del noviazgo
a.Comunidad creyente y evangelizadora
b. Comunidad en diálogo con Dios
c. Comunidad al servicio del hombre
6.El acompañamiento entre sesiones
El objetivo de este tema es descubrir y apasionarse con la maravilla que implica para la pareja llevar adelante toda una vida espiritual plena y profunda.
⇒ En la primera sesión se trata de entender la vida espiritual y el bien que hace a la pareja. Ver que este “amar como Cristo ama a su Iglesia” es una de las grandes claves para entender propuestas que a menudo leemos en la Biblia y no entendemos, pero que en realidad son propuestas desafiantes y `revolucionarias´ sin duda para el hombre y la mujer de hoy. Por ejemplo, uno podría confiadamente “obedecer” siempre al otro si el otro, con infinita reciprocidad, me amara como Cristo amó a su Iglesia (¡hasta dar la vida!). ¿Verdad?
⇒ En la segunda sesión se descubre la “fuente” del verdadero amor. Somos seres humanos y, además de seres espirituales, nos conforma también nuestra `carne y huesos´. Por eso anhelamos ser amados de una forma especial, concreta, que sepa tocarnos el corazón dentro de los vaivenes ambientales y las modas culturales que nos envuelven en el día a día. Para ir más allá del `ruido´ que nos rodea y aturde incluso nuestra vida espiritual y nos limita a la hora de amar al otro como él querría ser amado plenamente.
⇒ En la tercera sesión se trata de apreciar la insistencia ´misteriosa` que nos hace la Iglesia a salir. Este es el secreto: salir de nosotros mismos, donarse a los otros, para ser nosotros mismos. El camino que se nos propone es un camino colectivo. La familia de familias. Una humanidad fraterna que se construye empezando por nosotros, amándonos recíprocamente, para ser constructores de la fraternidad universal.
SESIÓN 1: La vida espiritual
1. Acogida (5 min.)
Nos remitimos a las indicaciones ofrecidas en la Introducción del itinerario.
2. Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
Iniciamos esta sesión en un clima de oración, dejándonos iluminar por la Palabra de Dios que nos invita a permanecer en el Señor en nuestra relación de pareja.
La lectura de hoy nos ofrece una imagen sencilla y de gran fuerza expresiva. Jesús es la “vid verdadera”, llena de vida; los discípulos son «sarmientos» que viven de la savia que les llega de Jesús; el Padre es el “viñador” que cuida personalmente la viña para que dé fruto abundante. A través de esta parábola, se nos quiere hacer entender que nuestra vida, nuestra familia, nuestra relación de pareja sólo tiene su fundamento y razón de ser en Jesucristo, porque “sin Él no podemos hacer nada».
Os invitamos a reflexionar:
→ ¿Qué significa para nosotros «estar unidos a Jesús»?
→ ¿Qué necesitaría ser podado en nuestra vida y en nuestra relación de pareja para que dé más fruto?
→ ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy?
3. Dinámica inicial (15 min.)
“PROFUNDIZAMOS EN NUESTRA VIDA ESPIRITUAL”
Ahora que después de nueve sesiones ya nos conocemos, vamos a conocernos un poco mejor en el ámbito espiritual. Nos vamos a ir contando algunas cosas y lo vamos a hacer con una dinámica. Ponemos música y cada uno se mueve por el local como quiera: andar al ritmo de la música, bailar… lo que quiera. Y mientras vosotros escucháis la música y os movéis, os lanzamos una pregunta, para que vayáis pensando la respuesta. Cuando paremos la música, os paráis y os juntáis a la persona más cercana y os contáis la respuesta a la pregunta.
Posibles preguntas:
-
¿Cuál es tu comida favorita?
-
El título de una película que te haya gustado mucho.
-
¿Qué es lo que más te gusta de tu vida?
-
¿Qué es la plenitud para ti?
-
Cuenta un momento bonito que hayáis vivido en pareja.
-
Cuenta un momento triste que hayáis vivido en la pareja.
-
Cuéntame que supone para ti la espiritualidad y la religión. ¿Es lo mismo?
-
Cuéntame que significa la oración en tu vida.
-
¿Qué esperas que te aporte la fe en tu vida de pareja?
-
¿Cómo está la espiritualidad en estos momentos en tu vida?
Ajustar el número de preguntas que se hacen al tiempo disponible y a cómo vaya la dinámica. Las preguntas van progresivamente profundizando hacia cuestiones de “mayor interioridad”. Conviene que la música también vaya cambiando de más rápida y ruidosa a más lenta y tranquila. Y que en las últimas preguntas se dé más tiempo para pensar y comunicar que en las primeras.
Al terminar la dinámica, conviene tener un momento de diálogo con los participantes para ayudarlos a caer en la cuenta de cómo ha ido:
¿Qué ha pasado, qué hemos hecho? ¿Cómo nos hemos sentido? ¿Ha sido fácil responder a las preguntas? A medida que avanzábamos, iban siendo más personales, más profundas… ¿Nos resultaba más difícil responder? ¿Y expresarlas? Habitualmente nos resulta difícil escucharnos a nosotros mismos, pararnos a mirar y escuchar cómo estamos, cómo nos sentimos, qué nos pasa… Hoy es ocasión para ello.
Contexto del tema
La espiritualidad es una toma de conciencia de nuestra intrínseca relación con lo trascendente y una forma unitaria de vida que -sin obviar lo corpóreo- lo trasciende.
La espiritualidad en el noviazgo parece -aparentemente- un tema `secundario´ en la vida de la pareja si no fuera porque, a menudo, según avanza la vida adulta, el ser humano es cada vez más consciente de su pequeñez existencial.
La vida de pareja no es ajena de ningún modo a las inquietudes personales y a los anhelos existenciales de cada miembro de esta. Uno busca la felicidad y la plenitud antes y durante la relación de pareja. La sed de Algo infinito que nos llene y la necesidad de una trascendencia que reside dentro de cada uno de nosotros…, no son algo que satisfaga automáticamente, sino algo que requiere una búsqueda, una práctica, en suma, una vida espiritual.
Hay que recordar que espiritualidad no es igual a religiosidad. Es un paso previo maravillosamente revelador. Nosotros, que hemos descubierto a Jesucristo y nos hemos encontrado con Él, hemos elegido ser también Iglesia formando parte de ese cuerpo místico de Cristo donde podemos continuar el encuentro con Cristo.
Hoy en día hay personas espirituales sin religión, pero -y lo siguiente es muy importante para esta sesión- ello puede implicar una individualidad que no tiene nada que ver con el fascinante sentido de cuerpo místico, familiar, comunitario, trinitario … que tanto tiene que ver con nuestro posible futuro matrimonio y con la Iglesia.
En relación con el “amor trinitario”: ¡el modelo del amor perfecto de la Trinidad está presente en el templo de la comunión matrimonial! Es la vida de la Santísima Trinidad la que debemos tratar de imitar amándonos entre nosotros, con la gracia de Dios, como se aman -de forma perfecta- entre sí las Personas de la Santísima Trinidad. Y el dinamismo de la vida intratrinitaria es un don de uno mismo, recíproco e incondicional, es total y eterna comunión entre el Padre y el Hijo en el Espíritu.
Si el día de mañana camináramos hacia el matrimonio hay que entender que:
- Este es un sacramento, esto es, un signo visible y sensible de la gracia de Dios, de su presencia.
- El matrimonio queda asumido en el ser de Cristo. Son sus mismos sentimientos de amor, de fidelidad y de servicio los que deberán llenar a esos esposos. Un camino para la unión con DIOS. Uno de los caminos espirituales que la Iglesia nos muestra.
- Y nuestro modelo de amor sería Jesucristo porque el sacramento nos pide amar como Cristo ama a la Iglesia.
Muy importante y actual es entender que este “amar como Cristo ama a su Iglesia” es una de las grandes claves para entender propuestas que a menudo leemos en la Biblia y no comprendemos, pero que en realidad son propuestas desafiantes y `revolucionarias´ sin duda para el hombre y la mujer de hoy. Por ejemplo, uno podría confiadamente “obedecer” siempre al otro si el otro, con infinita reciprocidad, me amara como Cristo amó su Iglesia (¡hasta dar la vida!). ¿Verdad?
4. Exposición del tema (30 min.)
4.1. Oración personal y en pareja
Es formidable hacer juntos este camino de oración para ir creciendo en nuestro vínculo de amor.
En la exhortación apostólica Amoris laetitia (n. 315), el papa Francisco nos recuerda valores y actitudes espirituales muy estimulantes que los novios pueden imitar. “La presencia del Señor habite en la familia cotidiana y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos. Cuando se vive en familia, allí es difícil fingir y mentir, no podemos mostrar una máscara. Si el amor anima esa autenticidad, el Señor reina allí con su gozo y su paz. La espiritualidad del amor familiar está hecha de miles de gestos reales y concretos. En esa variedad de dones y de encuentros que maduran la comunión, Dios tiene su morada. Esa entrega asocia ‘a la vez lo humano y lo divino porque está llena del amor de Dios. En definitiva, la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino’ (GS 49)”.
Los novios pueden ir cultivando y reforzando este vínculo día a día, sin duda con la oración y la Eucaristía.
Una comunión familiar bien vivida es un verdadero camino de santificación en la vida ordinaria y de crecimiento místico, un medio para la unión íntima con Dios. Porque las exigencias fraternas y comunitarias de la vida en familia son una ocasión para abrir más y más el corazón, y eso hace posible un encuentro con el Señor cada vez más pleno. Mi predecesor Benedicto XVI ha dicho que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios» y que el amor es en el fondo la única luz que «ilumina constantemente a un mundo oscuro. Puesto que la persona humana tiene una innata y estructural dimensión social, y la expresión primera y originaria de la dimensión social de la persona es el matrimonio y la familia, la espiritualidad se encarna en la comunión familiar. Entonces, quienes tienen hondos deseos espirituales no deben sentir que la familia los aleja del crecimiento en la vida del Espíritu, sino que es un camino que el Señor utiliza para llevarles a las cumbres de la unión mística (AL 316).
Además de caminar juntos espiritualmente, también es crucial que cada uno cultive su espiritualidad y navegue en las increíbles aguas de la búsqueda de Dios (nos recuerda S. Agustín que a menudo viajamos y hacemos `turismo` y se nos olvida viajar dentro de nosotros para bucear y … encontrar lo divino que habita dentro).
Por tanto, subrayemos algo que muchos novios olvidan sin querer:
- Hay un momento donde el amor de la pareja alcanza su mayor liberación y se convierte en un espacio de “sana autonomía”: cuando cada uno descubre que el otro no es suyo, sino que tiene un `dueño´ más importante: Dios creador.
- Nuestra pareja jamás podrá saciar nuestra sed de felicidad, nuestro anhelo de infinito ¡porque es imperfecta, como uno mismo lo es, y su amor es limitado!
Es crucial asumir desde novios que el camino espiritual de cada uno -como indica Dietrich Bonhoeffer- le ayudará a “desilusionarse” del otro, a dejar de esperar de esa persona lo que solo es propio del amor de Dios. A no cargar al otro con el peso terrible de “hacernos felices del todo”. Esto exige un desapego interior de enorme componente espiritual.
Continúa la exhortación con una idea que estimula la plena madurez personal: “El espacio exclusivo que cada uno de los cónyuges reserva a su trato solitario con Dios, no solo permite sanar las heridas de la convivencia, sino que posibilita encontrar en el amor de Dios el sentido de la propia existencia. Necesitamos invocar cada día la acción del Espíritu para que esta libertad interior sea posible” (AL 320).
Con todo esto podremos entender que la vida espiritual es, probablemente, además de la gracia (del Espíritu Santo), una de las claves y garantías inequívocas para llegar a ser, como soñaba S. Agustín: “Un solo corazón y una sola alma”. Para un auténtica y plena unidad.
¿Qué significa semejante desafío de ser `un solo corazón y una sola alma´? ¿Cómo alcanzar dicha belleza?
Ser “un alma sola” consiste en tener un mismo modo de sentir, un solo modo de pensar, que es el de Jesús. No es pensar lo mismo, sino del mismo `modo´. No es ser lo mismo los dos, ser uniformes, sino estar verdaderamente unidos, esto es, ser uno en el modo de hacer las cosas:
- ¿Cómo y por Quién las hacemos juntos?
- ¿Con qué tipo de amor, pleno y eterno?
- ¿Con generosidad y donación del uno hacia el otro?
Armonizar juntos este modo de hacer las cosas, con plena reciprocidad, es un bellísimo camino.
El amor recíproco entre los primeros cristianos, que lleva a un solo pensamiento, no era únicamente un consejo, sino una auténtica exigencia de lo más profundo. No en vano san Pablo conjuraba a ello en sus cartas.
El efecto, por tanto, de vivir el amor recíproco con radicalidad (recordemos la imitación a la hora de vivir ese amor de Cristo hacia su Iglesia y viceversa) es que nace la unidad de pensamiento. El amor recíproco no solo lleva a ser un solo corazón, sino una sola mente.
Los maestros de espiritualidad explican que por la oración descubrimos aquello que Dios está realizando en nosotros. La pareja pues puede crecer en la contemplación de la obra de Dios, tanto con sus logros como con sus dificultades, y abrirse a seguir creciendo en unidad.
En la exhortación apostólica Familiaris consortio (n. 62) leemos que la oración “pertenece a nuestra misma ‘humanidad’ y es ‘la primera expresión de la verdad interior del hombre, la primera condición de la auténtica libertad del espíritu’”. Si la familia logra concentrarse en Cristo, él unifica e ilumina toda la vida familiar. Los dolores y las angustias se experimentan en comunión con la cruz del Señor, y el abrazo con él permite sobrellevar los peores momentos. Por otra parte, los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección. Los cónyuges conforman con diversos gestos cotidianos ese espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado.
4.2. Eucaristía. Jesucristo vínculo de unidad
La Eucaristía es verdaderamente todo un Misterio que probablemente nunca alcanzaremos a descubrir en su totalidad. En ella se repite la redención de Cristo. Y con ella -la Eucaristía- adquirimos fuerza y estímulo para vivir cada día nuestra relación actual, y futura alianza matrimonial, como “iglesia doméstica”.
En la exhortación apostólica Familiaris consortio (n. 57) se habla de matrimonio y Eucaristía. La Eucaristía es un misterio de comunión, clave para el matrimonio. Es una gracia particular que nos ayuda y asegura la unidad entre nosotros. Y ¿cómo lo hace? En primer lugar, haciéndonos otros Él (Cristo), porque viniendo a nosotros nos ensimisma en sí. Él nos transforma en sí mismo. Por lo tanto, todos nos volvemos más semejantes a Él y, por lo tanto, más en comunión unos con otros.
La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano. En efecto, el sacrificio eucarístico representa la alianza de amor de Cristo con la Iglesia, en cuanto sellada con la sangre de la cruz. Y en este sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza los cónyuges cristianos encuentran la raíz de la que brota, que configura interiormente y vivifica desde dentro, su alianza conyugal. En cuanto representación del sacrificio de amor de Cristo por su Iglesia, la eucaristía es manantial de caridad. Y en el don eucarístico de la caridad la familia cristiana halla el fundamento y el alma de su «comunión» y de su «misión», ya que el Pan eucarístico hace de los diversos miembros de la comunidad familiar un único cuerpo, revelación y participación de la más amplia unidad de la Iglesia; además, la participación en el Cuerpo «entregado» y en la Sangre «derramada» de Cristo se hace fuente inagotable del dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana (FC 57).
5. Experiencia vital (15 min.)
Cuando estando enamorados creemos de veras que “el otro me hará feliz”:
∼ ¿Pensamos en ofrecer nosotros un amor que será “querer querer” siempre, para contribuir a `hacer toda nuestra parte´?
∼ ¿Somos conscientes de la `limitación humana´ y cómo interfiere permanentemente en nuestra relación cotidiana?
∼ ¿En qué nos apoyaremos cuando, aunque el otro nos quiera como nada en el mundo, aparezcan enfermedades, dificultades de índole psicológica, física, sexual, circunstancial (el entorno económico-laboral, social y familiar) que harán ir cambiando al otro y que pondrán a prueba nuestro amor?
Porque estas reflexiones son un paso muy oportuno para calibrar bien la madurez de nuestro amor y ser conscientes de que, cultivando la vida espiritual de uno mismo, tendremos una madurez y una vida interior propias que nos ayudará a amar mejor.
6. El acompañamiento entre sesiones
6.1. Consejos para preparar el acompañamiento
→ Que los animadores del grupo dejen ver su vida espiritual. Que cuenten de forma natural, con sencillez y confianza -sin `sentar cátedra´- experiencias de su vida espiritual en torno a la oración, la eucaristía, la cruz, etc. Sin necesidad de ser siempre experiencias increíbles o de enorme valor místico con situaciones `resueltas´ sino todo lo que deje ver esa vida espiritual interior que sostiene y enriquece la relación.
→ Hacer algún día una reunión más `orante´. Con algún sencillo pero íntimo momento de oración en grupo.
6.2. Tareas para realizar entre sesiones
> Iniciar el “curso” con una Eucaristía todos juntos, en grupo, con algún sacerdote muy cercano y una homilía muy bien elegida según la circunstancia del grupo (ej.: 1 Cor 13, 4-8).
> Cultivar la vida espiritual durante el noviazgo (a través de la oración, la Eucaristía, la confesión, la comunicación –profunda, del alma- entre novios, las lecturas tipo ensayos espirituales y/o meditaciones, los grupos de jóvenes y/o de novios… entre otros) es una vida que la Iglesia nos propone para crecer hacia Dios (porque el matrimonio por la Iglesia, si tuviera lugar, es un sacramento y como tal signo de Dios). Además, dada nuestra evidente pequeñez existencial esta vida espiritual nos puede ayudar con bastantes garantías en nuestro caminar vital hacia la plenitud interior y/o de pareja; nos ayudaría a caminar hacia el amor recíproco pleno y duradero; para que el amor sea `para siempre´ en lugar de, como nos proclama la cultura actual `hasta que dure el amor´. Cada uno de nosotros somos fuente de amor y podremos dar amor siempre, si nos hemos encontrado previamente con la “fuente del amor verdadero y pleno” (sesión 2) que es Jesucristo.
SESIÓN 2: La fuente del amor
1. Acogida (5 min.)
Nos remitimos a las indicaciones ofrecidas en la Introducción del itinerario.
2.Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
Iniciamos esta sesión tomando como referencia de nuevo la Palabra de Dios, que es una fuente de agua viva, la única que pude saciar nuestra sed de amor.
El pasaje evangélico de hoy es la conocida parábola que narra el encuentro entre Jesús y la samaritana. Esta parábola presenta una persona en búsqueda, que tiene sed y un Jesús que escucha sus problemas, sus demandas. La mujer termina descubriendo que está buscando colmar su sed en fuentes equivocadas y le pide a Jesús que le dé el agua viva, el agua para que no vuelva a tener más sed. Que también nosotros descubramos en la fe en Cristo, el único que puede colmar la sed de amor, de perdón, de misericordia, de felicidad en nuestra vida de pareja.
Os invitamos a reflexionar:
» ¿Cómo describirías esa sed que tienes en tu vida?
» ¿Dónde buscamos saciar nuestra sed de amor, de perdón y misericordia?
» ¿Somos conscientes de que estamos llamados a ser “surtidores de agua viva” para los demás, para nuestra pareja?
3. Dinámica inicial (15 min.)
Para empezar, vamos a ver el siguiente vídeo:
Una vez visionado os juntaréis dos parejas (4 personas) y comentaréis el video. Para ello, pueden ayudar las siguientes preguntas:
> ¿Qué es la fe para nosotros? ¿Cómo lo vivimos en pareja? ¿Cómo influye la fe en vuestra relación? ¿La fe es una fuente de amor para vosotros? ¿Fe y amor van unidas?
> ¿Qué definición pondríais vosotros a la fe?
Una vez hablado en grupitos nos juntamos y lo ponemos en común.
Contexto del tema: el amor y su “escondida fuente”
Amar, sufrir, perdonar, recomenzar, y hacerlo cuando la vida nos pone a prueba, como cuando constatamos que el otro es imperfecto, como yo, que a menudo hay que amarle hasta el extremo o incluso perdonar lo imperdonable (no ya lo grave, sino que a veces lo cotidiano e imperfecto, repetido hasta la saciedad, es lo más complejo de admitir) …, no es fácil. En absoluto. A menudo se torna imposible.
Entonces:
- ¿Cuál es su “escondida fuente”?
- ¿De dónde beber las aguas del amor `para siempre´?
- ¿Cómo hacer para `ser uno´ verdaderamente con el otro y otear la verdadera felicidad?
- ¿Por qué a veces no se logra llegar a ser `un solo corazón y una sola alma´ a pesar de tener una cierta vida espiritual individual y colectiva?
El concepto de amor que hoy en día se nos muestra es decepcionantemente pasajero, fugaz, puramente hedonista (acaba pensando solo en uno mismo), cerrado y auto referencial, breve…, en suma, diríamos que “fallido”.
Los efectos de la revolución del 68 y su proclamada liberación sexual, que no concibe al otro como un don. Por otra parte, la tecnificación que acelera nuestro vivir cotidiano y que facilita muchos de nuestros procesos diarios, también nos exprime como seres ‘hiperproductivos´ y nos acelera continuamente
El posmodernismo y el transhumanismo no acaban de hacernos propuestas atractivas y duraderas que nos satisfagan y nos realicen como personas. Nuestras relaciones de pareja son a menudo complejas en términos psicológicos y afectivos. Todos los expertos hablan de la soledad como fenómeno creciente en la sociedad occidental, incluso en las capas más jóvenes de la sociedad.
4. Exposición del tema (30 min.)
4.1. La caridad vivida en el noviazgo
La caridad es una virtud sobrenatural. Gracias a ella amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como Jesús nos ha amado. Es la virtud por excelencia y una gracia que necesitamos, porque ¿acaso solo con nuestras fuerzas seríamos capaces de amar al otro verdaderamente como a nosotros mismos? ¿Quién puede creerlo? Si acaso algunos héroes puntuales.
Entonces se entiende que ¡la caridad es… el amor perfecto! El amor es natural, humano. La caridad es sobrenatural, algo del mundo divino. La caridad es poseer en nosotros el amor de Dios. Es amar como Dios ama, con su intensidad y con sus características. Amar de forma superior a nuestras posibilidades humanas. Porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios entonces -si pedimos la gracia- tenemos la capacidad cierta de poder amar al `estilo de Dios´.
Por eso “aprender a amar” es hoy una prioridad, como lo es aprender a perdonar y saber recomenzar con fuerza, creciendo, cada vez más, juntos.
“Aprender a amar consiste, en primer lugar, en recibir el amor, acogerlo, experimentarlo, hacerlo propio. La medida y la verdad del amor no puede ser exclusivamente el deseo humano. Ha de buscarse sobre todo en el origen del que procede” (VAH 16).
Cuando los esposos por el sacramento se aman con el amor de entrega de Cristo en la cruz, además de amarse humanamente, algo grande sucede entre ellos. Se identifican con Cristo, es decir, tratan de alcanzar la santidad.
a. Cómo aprender a amar más allá del amor humano
1- Siendo cada uno el primero en amar y no esperar a que el otro dé el paso, no siendo perezosos en el amor, sin llevar las cuentas de quién ama más, sin negociar lo que uno da para ver lo que recibe. En el amor no se negocia, sino que se dialoga. En lo que hoy en día se llama identidad dialógica incluso uno mismo crece y madura su identidad si es capaz de dialogar con el otro, con el alma libre, sin prejuicios, sabiendo vaciarse de sus ideas para entrar en las del otro con plenitud de comprensión, encontrando así grandes certezas a través de la relación con el otro.
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10).
2- Amando a todos, sin distinción de personas, momentos o circunstancias.
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5, 44-45).
3- Amando sin medida, como Jesús nos ha amado. ¡Solo esto es un modelo de vida para siempre, un auténtico desafío! Algo que nos hará felices sin duda.
“Amaros los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13, 34).
4- Y amando, viendo a Jesús en el otro.
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).
Cuando surgen las heridas y las imperfecciones (de uno y del otro) se ven muy claras… ¡qué luz genera ver al otro como si fuera el mismo Jesús!
El arte de amar es un arte comprometido con fuertes exigencias. Es un arte que requiere que se supere el estrecho horizonte del amor simplemente natural, que suele darse casi únicamente cuando tan solo el otro me agrada. El verdadero amor es un amor que empuja a dar siempre el primer paso, sin esperar a ser amados, como hizo Jesucristo, que dio la vida por nosotros.
Este amor no es solo palabra vaga o sentimiento estéril, sino que es algo muy concreto; exige que nos “hagamos uno” con los demás, que “vivamos el otro” en cierto modo, en sus sufrimientos, en sus alegrías y en sus necesidades, para comprenderlo y poder ayudarlo eficazmente. Este arte exige que amemos a Jesús en la persona amada. En efecto, aunque este amor esté dirigido a ese hombre o a esa mujer en particular, Cristo considera hecho a Él todo lo bueno y lo malo que les hacemos a ellos. Así lo dijo y lo repitió cuando habló de la grandiosa escena del juicio final: “…conmigo lo hicisteis… conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).
b. ¿Y con qué prácticas cotidianas lo podemos llevar adelante?
Amando como Jesucristo nos enseña:
- HACERSE UNO
¡Hacerse uno en todo menos en el pecado!
Alegrarse con quien se alegra; sufrir con quien sufre; acompañar, estar al lado, vivir por el otro… A menudo parece fácil hacer esto con quien más queremos y sin embargo, como pasa en la familia entre hermanos o con los padres…, puede ocurrir que en pareja con los años también al que está más cerca le hagamos víctima de nuestro `genio´ y nuestros cansancios más que a los demás.
Para amar mejor, viene muy bien saber “cortar”; cortar con alguna situación o circunstancia que se ve algo inadecuada (una salida fuerte de temperamento, una película al límite, alguna web poco ortodoxa para la vida de familia, alguna compañía o viaje delicado…). Aunque cueste y de vergüenza y nos haga ´posicionarnos`. Desapegarse de todo aquello que nos aleje de la santidad (¡la santidad del otro, en parte, es mi responsabilidad!).
Hay muchos factores que pueden comprometer esta actitud de amor. A veces son las distracciones, otras veces el deseo de expresar precipitadamente nuestra idea, de dar nuestro consejo a destiempo. En otras ocasiones estamos poco dispuestos a “hacernos uno” con el prójimo porque nos parece que no comprende nuestro amor, o nos vemos frenados por otros prejuicios. En ciertos casos nos lo impide un recóndito interés de conquistarlo para nuestra causa.
Si no cortamos con algunas situaciones seremos incapaces de “hacernos uno” porque ya tenemos el corazón invadido de nuestras prisas, de las rutinas que el mundo nos impone –o nos creemos que nos impone-, de preocupaciones, de nuestros dolores, de nuestros asuntos o de nuestros planes.
2. COMPROMETERSE a “querer amar”
Ayudados de la caridad, que es una virtud fundamental. Por ello, será bueno comprometerse desde ahora mismo a vivirla con más intensidad. Y para hacerlo, hace falta conocer lo que la hace especial.
Si amar es el camino…, ¡saber amar lo es todo! Sí, saber amar, porque el amor cristiano es un arte y es necesario conocer este arte.
Erich Fromm hablaba del arte de amar: “La gente de nuestra cultura… solo en tan contadas ocasiones trata de aprender ese arte. No obstante, el profundo anhelo de amor, casi todo lo demás tiene más importancia que el amor: éxito, prestigio, dinero, poder; dedicamos casi toda nuestra energía a descubrir la forma de alcanzar esos objetivos y muy poca a aprender el arte del amor”. ⌊1⌋
El verdadero arte de amar brota enteramente del evangelio de Cristo. Y ponerlo en práctica es el primer paso que hay que dar, imprescindible para poder desencadenar una revolución, pacífica, pero tan incisiva y radical, que lo cambie todo. Afecta no solo al ámbito espiritual, sino también al humano, y renueva todas sus expresiones: cultural, filosófica, política, económica, educativa, científica, etc. El secreto de esa revolución es lo que permitió a los primeros cristianos llegar a todo el mundo entonces conocido.
San Agustín, maestro de caridad, dice de manera fuerte: “La caridad es, pues, lo único que distingue a los hijos de Dios”. La caridad va más allá del amor humano. No es solo un sentimiento. Con caridad se ama y se quiere amar incluso ante el desánimo o el dolor.
3. Asegurar la RECIPROCIDAD. Esta es la perfección del amor
En su primera Carta, san Juan tiene esta bellísima y alentadora expresión: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1 Jn 4, 12-13).
Entonces, si su amor en nosotros es perfecto, y mientras su amor en nosotros sea perfecto, somos perfectos. Es decir, la perfección del amor la tenemos viviendo el amor recíproco; y para esto hay que amar `más allá` de lo humano, hasta vivir la plena caridad; y pedirla; y rezar para tener fuerzas para saber vivirla.
4.2. La cruz
Dios nos ama inmensa y personalmente a cada uno.
Y su amor tiene mil rostros. Se manifiesta en la belleza de la naturaleza, en el don personal de la vida, de la inteligencia, de la sensibilidad, de la salud, en los cuidados de la familia, en los sentimientos nobles como la amistad, el amor de una persona… Él, Padre cariñosísimo, nos acompaña, nos sostiene, está presente con su providencia, nos espera si nos alejamos, nos perdona si pecamos.
Pero hay un rostro del amor de Dios que no siempre salta enseguida a la vista. Es la prueba tangible de su verdad, la confirmación de que es … Amor. Este rostro es el abandono de Jesús en la cruz.
El que llaman `Jesús abandonado´ es el culmen del amor divino. Es la nada-todo del amor. El que ´sufre y muere` y desaparece, y se va, y se hace nada … para ser luego todo, resucitado, uno en el Padre. La nada de la que tanto hablaba san Juan de la Cruz (vaciarse, despojarse, negarse para luego buscar el todo, el `anonadarse´ y sorprenderse en el Amor). El amor que se siente en el noviazgo, el de ahora, podemos mantenerlo encendido durante toda la vida, pero podría a veces quedar también como la nada, como esas brasas que quedan tapadas por la ceniza que es representada por el `día a día´: los obstáculos, las dificultades, las desilusiones, las tentaciones, los cansancios. Ya sean personales, físicos, psíquicos o de salud, materiales y económicos, laborales, afectivos, sexuales, relacionales con otros… Será entonces crítico reconocer esa similitud entre la experiencia de Jesús en la cruz y la paradoja de un amor que podría -en ciertos momentos- parecernos que no vemos entre nosotros. Él -Cristo- nos da las claves para seguir adelante y `resucitar´ siempre con su Gracia y con nuestra voluntad nuestro amor. ¡Siempre! A pesar de cualquier tipo de dificultad sobrevenida por fuerte que sea.
Las dificultades están detrás de cada rincón. Sobre todo, hoy, inmersos como estamos en una cultura que rechaza todo aquello que habla de sacrificio, de pérdida, aunque sea la más mínima del propio yo, etc.
Jesús abandonado es modelo para lograr acoger al otro con toda su diversidad, al principio tan atractiva, pero bien pronto tan molesta que llega a ser inaceptable. Jesús abandonado da la capacidad de apreciar por amor también lo no-perfecto.
Jesús en la cruz es el modelo de quien, olvidándose de sí mismo, solo desea el bien del otro. Es modelo de quién por amor renuncia también a lo que podría ser un supuesto derecho suyo. Es modelo de quien sabe vaciarse de sí mismo para acoger al otro. Modelo de quien quiere comprender, de quien quiere perdonar.
Jesús crucificado es modelo de quien tiene confianza ilimitada en el otro, y al mismo tiempo está atento a las exigencias, a los ritmos y las etapas que el otro está atravesando.
Cristo en la cruz es, en suma, el modelo de la fidelidad. Es sobre todo el modelo del “recomenzar” desde el amor.
¿Y cómo vivirla, cómo entenderla?: ¿Soy rebelde, irritable, no soy flexible ni asequible a todos y en cualquier circunstancia? ¿Me puede el carácter y el temperamento y me excuso siempre con el típico ‘yo soy así’? ¿Provoco conflictos? Pues detrás de cada dificultad o conflicto Jesús me pide que le dé nombre a ese rostro de Jesús y vaya más allá. Que lo identifique claramente para poder salir de mí. Hacia el otro. Donándome. Dándome. Olvidando mi `yo´. Y así de forma aparentemente milagrosa el mundo a nuestro alrededor cambia y se transforma. Y pasamos de vivir la cruz, el dolor, el abandono … a vivir el resucitado. A ser personas resucitadas. Generaremos amor y en amor nos convertimos. Resucitando nuestro yo y con él el de los demás.
Leamos las palabras del papa Francisco (AL 221).:
Una de las causas que llevan a rupturas matrimoniales es tener expectativas demasiado altas sobre la vida conyugal. Cuando se descubre la realidad, más limitada y desafiante que lo que se había soñado, la solución no es pensar rápida e irresponsablemente en la separación, sino asumir el matrimonio como un camino de maduración, donde cada uno de los cónyuges es un instrumento de Dios para hacer crecer al otro. Es posible el cambio, el crecimiento, el desarrollo de las potencialidades buenas que cada uno lleva en sí. Cada matrimonio es una «historia de salvación», y esto supone que se parte de una fragilidad que, gracias al don de Dios y a una respuesta creativa y generosa, va dando paso a una realidad cada vez más sólida y preciosa. Quizás la misión más grande de un hombre y una mujer en el amor sea esa, la de hacerse el uno al otro más hombre o más mujer. Hacer crecer es ayudar al otro a moldearse en su propia identidad.
Por eso el amor es artesanal. Cuando uno lee el pasaje de la Biblia sobre la creación del hombre y de la mujer, ve que Dios primero plasma al hombre (cf. Gn. 2,7), después se da cuenta de que falta algo esencial y plasma a la mujer, y entonces escucha la sorpresa del varón: «¡Ah, ahora sí, esta sí!». Y luego, uno parece escuchar ese hermoso diálogo donde el varón y la mujer se van descubriendo. Porque aún en los momentos difíciles el otro vuelve a sorprender y se abren nuevas puertas para el reencuentro, como si fuera la primera vez; y en cada nueva etapa se vuelven a “plasmarse” el uno al otro. El amor hace que uno espere al otro y ejercite esa paciencia propia del artesano que se heredó de Dios.
4.3. El perdón y la misericordia
Para hablar de perdón es muy oportuno entender antes lo que la misericordia significa para nosotros los cristianos. ¡Cuántas veces nos ayudará en el futuro si queremos amar al otro realmente `para siempre´!
El amor humano todos entendemos lo que es…
El amor que va más allá – el amor del cristiano – es la virtud de la caridad (una de las 3 virtudes teologales junto a la fe y la esperanza), para la cual necesitamos sin duda la ayuda de la gracia porque a menudo va más allá de nuestras fuerzas.
Empieza la carta encíclica de Benedicto XVI Deus caritas est n. 1 recordando una frase de san Juan: “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16).
Solo por eso es tan potente como dice S. Pablo: “El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca” (1 Cor 13, 4-8).
En todo caso no debemos confundir esta caridad con la resignación, una actitud a veces pasiva y estéril.
¿Y la misericordia?: Es una forma de amor especial de Jesucristo hacia los pecadores o la miseria. Es un tipo de amor especial ante la debilidad moral y espiritual -más allá de la compasión- que logra devolver la curación y las ganas de vivir per se.
Se ve, se siente y se observa especialmente en la penitencia. Y se entiende muy bien por la parábola del hijo prodigo. Para Faustina Kowalska la misericordia de Dios es el amor de sus entrañas (viene ya en expresiones hebreas en la Biblia). Es como el origen puro de todo amor.
La misericordia será necesaria vivirla y experimentarla en el noviazgo si se desea vivirla en la propia familia futura, ya que: “No existe familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de unos a otros. Nos decepcionamos los unos a los otros. Por lo tanto, no existe un matrimonio saludable, ni familia saludable sin el ejercicio del perdón”… Estas palabras fueron pronunciadas por el papa Francisco el 15 de agosto de 2015, día de la Asunción a las familias.
El papa Francisco llama a concentrarse en lo esencial y a no insistir en lo secundario. Concentrarse en lo esencial implica reconocer una jerarquía de verdades morales en cuya cima está la misericordia. Ha recordado con santo Tomás que la misericordia, en cuanto al obrar exterior, es la más grande de las virtudes, ya que con ella se relaciona el volcarse en los otros y, más aún, socorrer sus deficiencias.
Para ello libraremos duras batallas contra limitaciones u obstáculos frecuentes: la obstinación, la cabezonería, el perfeccionismo mal entendido…
Pero cuando el amor humano se “atasca” se puede perdonar, recomenzar, recuperar la unidad y amarse con fuerzas renovadas y saneando el pasado.
Tenemos, además de nuestras pequeñas propias fuerzas, los sacramentos y, en concreto, la penitencia para vivir en primera persona la misericordia. También contamos con la oración y la posibilidad de acudir a María (madre de la divina misericordia) en momentos de dificultad. Y tenemos al modelo más inmediato de cómo vivir la Misericordia que es Jesús de Nazaret. La misericordia se inspira en el modo en que Jesús se acercó a los hombres y mujeres. Jesús no aparece en los evangelios al lado de una pareja “perfecta”. Aparece en los evangelios un Jesús que acoge con cariño muchas situaciones familiares dramáticas, llenas de dolor, sufrimiento y muerte. Jesús acoge a padres preocupados por sus hijos enfermos (tal como aparece en el pasaje del muchacho epiléptico, la mujer cananea, la hija de Jairo, el funcionario real…), consuela a padres que lloran a sus hijos muertos (la viuda de Naím), acoge a Marta y María que lloran a su hermano fallecido, escucha a los padres que hablan de su hijo ciego de nacimiento.
Es también un camino espiritual de enorme potencia acudir a nuestra madre la virgen María (a través de la oración, la lectura de libros sobre ella, la imitación de su capacidad de decir ´sí´ a la voluntad de Dios, de sacrificio, de renuncia, de confianza, etc.).
5. Experiencia vital (15 min.)
El verdadero amor supone la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será, y de lo que ya nunca podrá ser. Esta es la paradoja que tan bellamente ha expresado el poeta checo Rilke al describir la paradoja ente el amor de hombre y mujer:
Dos infinitos que se encuentran con dos límites, dos infinitamente necesitados de ser amados se encuentran con dos frágiles y limitadas capacidades de amar, y solo con el horizonte de un amor más grande no se devoran en la pretensión, ni se resignan, sino que caminan juntos hacia una plenitud de la cual el otro es signo.
Esta cita de Rilke es muy impresionante y sería bueno comentar juntos las implicaciones y la profundidad que alcanzamos a entender…
6. El acompañamiento entre sesiones
6.1. Consejos para preparar el acompañamiento
¡Preparemos bien ante todo nuestro interior! Siendo auténticamente misericordiosos -a la hora de relacionarnos -, seremos luz verdadera cuando acompañemos:
Entender e imitar la capacidad extrema de amor de Cristo cuando, estando crucificado e incluso sintiéndose abandonado por el Padre, va más allá de su dolor y sigue adelante, yendo al encuentro del hombre y donando a su madre al apóstol, haciendo su camino de superar la muerte por nosotros.
Él es pues para nosotros el modelo, la inspiración y el impulso más grande que tendremos para perdonar cuando al amor humano desfallezca ante el cansancio, la decepción o la traición y nuestras propias y enormes limitaciones e imperfecciones.
“Gran cosa es el amor… con tal de que vuelva siempre a su fuente” (Bernardo de Claraval).
6.2. Tareas para realizar entre sesiones
» A nivel personal, ´al margen de la reunión´, seguir muy de cerca y estar muy atentos a situaciones dolorosas que vivan las parejas del grupo. Tener una relación personal con ellos cercana y verdadera. Hacerse uno con ellos, en su dolor, presencialmente, de forma muy cercana. Siendo “otro Jesús” para ellos, llegando a ser todo un signo de esperanza para ellos.
» También estar cercanos y presentes en la celebración de las alegrías. Celebrar juntos en el grupo las dichas de unos y otros. Dando gracias al eterno Padre por todos los frutos. Y confiándole a Él los anhelos e inquietudes de los miembros del grupo.
→ Dinámica. Para repasar la sesión, sería bueno preguntarnos juntos:
» ¿Nos bastamos únicamente con nuestras capacidades y virtudes para este “amar para siempre”?
» ¿Qué significado y qué valor concreto tiene para nosotros este “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, Yo estoy en medio de ellos»? (Mt 18, 15-20)
» ¿Qué es “ser uno” entre nosotros? ¿Cómo podemos lograr una unidad profunda y verdadera en nuestra relación?
» ¿Si algún día hiciera falta, sabríamos perdonarnos lo `imperdonable´? ¿Cómo, con qué fuerzas?
» ¿Hemos experimentado en nuestra vida este `ir más allá de la cruz´? ¿La cruz es para nuestra relación un punto de llegada o un modelo de vida?
→ Dinámica. Visualizad el corto sobre la misericordia: Llama a la comadrona (actitud de un padre ante el nacimiento de un niño que no es suyo) y comentadlo entre vosotros.
SESIÓN 3: En salida
1. Acogida (5 min.)
Nos remitimos a las indicaciones ofrecidas en la Introducción del itinerario.
2. Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
Iniciamos esta sesión animados con este texto evangélico que nos va a invitar a ser testigos del amor de Dios en nuestro mundo.
Después de que Jesús ha presentado cuál es el proyecto, el programa de las bienaventuranzas, este breve pasaje subraya cuál es la vocación, la identidad del discípulo: ser sal y luz.
Jesús invita a los discípulos y a nosotros en el momento actual a que seamos sal y luz en medio del mundo, testimonio vivo del Evangelio de Cristo y lo llevemos a todas las culturas y sociedades.
Se trata de que descubramos que, como Iglesia, a nivel personal o como pareja, estamos llamados a salir al mundo y darle el sabor y la luz del amor, que tiene su fuente y origen en Dios.
Os invitamos a reflexionar:
→ ¿Cuáles son los obstáculos o miedos que nos impiden ser sal y luz del mundo?
→ ¿Cómo estamos dando testimonio de nuestra fe en Dios a nuestro alrededor?
→ ¿Cómo es la vivencia de nuestra religiosidad a nivel eclesial?
3. Dinámica inicial (10 min.)
¿Habéis jugado alguna vez al Kahoot? Kahoot es un servicio para crear tests de cualquier tema que se pueden jugar desde el móvil, como si fuera un concurso, con puntuaciones y que permite al final obtener un resultado de clasificación según los aciertos de cada participante. Es una herramienta muy útil para profesores y estudiantes para repasar conceptos de forma entretenida, como si fuera un concurso.
Una vez creado un Kahoot (el animador necesita crear una cuenta en Kahoot, https://create.kahoot.it/register) el resto del grupo individualmente debe unirse a él introduciendo un código PIN en la aplicación para móvil. De este modo, el móvil se convierte en un control remoto con el cual pueden responder a las preguntas fácilmente, mientras que en la pantalla se muestra la pregunta y quién va ganando.
Para saber a qué respuesta corresponde cada botón debes mirar la pantalla principal. Al acabar la partida, es decir, cuando se han completado todas las preguntas, un podio premia a aquellos que han conseguido la mayor puntuación. De esta forma divertida se puede introducir el tema de la sesión 3…
El animador hace 2-3 preguntas vía la aplicación Kahoot:
1. ¿Qué es el nihilismo?
a) Una planta.
b) Una palabra que se usa en América.
c) Una forma de vida.
d) Una filosofía.
Para aclarar este concepto, que nos sirve para poner el marco de referencia del mundo en que nos movemos, podéis visualizar un vídeo publicado por RTVE que lo explica de un modo sencillo.
2 . ¿Quién habló por primera vez de la “sociedad líquida”?
a) Zubiri.
b) Z. Bauman.
c) Ortega y Gasset.
d) Einstein
Para aclarar este concepto os recomendamos un vídeo que da una buena perspectiva de ésta.
3. El transhumanismo implica:
a) que todos aceptamos la tecnología como algo natural.
b) que el desarrollo del hombre ha sido algo impensable hace años.
c) pensar en transformar a mejor la condición humana mediante la tecnología.
d) un paso de la tecnología a la robótica.
Para clarificar el concepto de transhumanismo os recomendamos visualizar un vídeo.
Contexto del tema
Nuestro eterno Padre envió a Cristo al encuentro del hombre por amor. A la vez que le hizo libre para elegir, sale a su encuentro y le propone un camino, una verdad, una vida plena. Y siempre nos recuerda con su vida y sus propuestas que podemos hacerlo mejor si salimos de nosotros mismos. Nos ve como pueblo, como familia de familias.
Sin embargo, la “sociedad líquida” que proclama Zygmunt Bauman, parece desmembrarse y diluirse. Nada permanece. Todo vale y toda verdad parece ser relativa y al servicio de la voluntad de cada uno. Todo parece indicar que no es una época de cambios sino un cambio de época.
Ante este individualismo, en el que cada uno se encierra más en sí mismo, Cristo nos propone salir al encuentro del otro, a nivel personal y a nivel familiar.
4. Exposición del tema (Apostolado. Novios en la Iglesia) (30 min.)
“La familia es una lámpara, cuya luz no puede quedarse en el ámbito privado” (VAH 135).
4.1. Espiritualidad del cuidado, del consuelo y del estímulo
a. El cuidado – desde la Iglesia
La Iglesia desea mimaros porque estáis llamados a ser la “célula primera y vital de la sociedad”. En la exhortación apostólica Familiaris consortio, participación en el desarrollo de la sociedad, núm. 21, donde se habla de la familia, célula primera y vital de la sociedad, leemos:
…de la familia nacen los ciudadanos y éstos encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma.
Así la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí misma, se abre a las demás familias y a la sociedad, asumiendo su función social.
…La familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y de personalización de la sociedad: colabora de manera original y profunda en la construcción del mundo, haciendo posible una vida propiamente humana…
Sin olvidar la importante -y a veces olvidada o minusvalorada- función social y política:
La función social de la familia no puede ciertamente reducirse a tener hijos y educarlos. Pueden dedicarse -tanto solas como asociadas- a muchas obras de servicio social, especialmente en favor de los pobres y de todas aquellas personas y situaciones, a las que sin duda no llega siempre la asistencia de la administración.
En especial hay que destacar la importancia cada vez mayor que en nuestra sociedad asume la hospitalidad, en todas sus formas, desde el abrir la puerta de la propia casa, y más aún la del propio corazón, a las peticiones de los hermanos, al compromiso concreto de asegurar a cada familia su casa, como ambiente natural que la conserva y la hace crecer.
b. El cuidado – entre nosotros
Hay autores que describen tres modalidades de relación que hay que asegurar en la vida de pareja: cuidarse, jugar y confiar.
- El CUIDADO. Cuidaros, sí, sobre todo en las pequeñas cosas. Porque el que es fiel en lo pequeño lo será en lo grande … ¡No basta con cuidar al enfermo!… Hablamos de:
- Ocuparse de los detalles
- Hacerse uno con el otro y acompañar física o psicológicamente ante una dificultad, material o inmaterial,
- Sobrellevar juntos las diversas situaciones particulares de la vida
- Tener consideración y demostrar empatía profunda
- Mostrar interés real por las cosas del otro, aunque nos parezcan superfluas, evidentes o innecesarias
- Ser detallistas …
Y es que, al cuidar al otro, en el fondo hacemos un cierto sacrificio y renuncia a nosotros mismos y a nuestras ideas o esquemas porque se trata en suma de amar como al otro le gusta ser amado. No como nosotros sabemos o creemos que debemos amar.
En la exhortación Amoris laetitia observamos cómo cuidarse será un acto de amor enorme cuando vayamos descubriendo, con el tiempo, los inevitables límites y pequeñeces del otro y evidentemente de uno mismo:
Es una honda experiencia espiritual contemplar a cada ser querido con los ojos de Dios y reconocer a Cristo en él. Esto reclama una disponibilidad gratuita que permita valorar su dignidad. Se puede estar plenamente presente ante el otro si uno se entrega `porque sí´, olvidando todo lo que hay alrededor. El ser amado merece toda la atención. Jesús era un modelo porque, cuando alguien se acercaba a conversar con él, detenía su mirada, miraba con amor. Nadie se sentía desatendido en su presencia, ya que sus palabras y gestos eran expresión de esta pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?».
…Y por supuesto la familia por su naturaleza es aquella que va más allá de sí misma y ama y cuida hacia afuera. El “amor social” es un reflejo de la Trinidad: “La familia vive su espiritualidad propia siendo al mismo tiempo una iglesia doméstica y una célula vital para transformar el mundo” (AL 324).
- El JUEGO es muy necesario porque nos da una cierta ligereza imprescindible para poder afrontar los grandes desafíos con cierta filosofía, tanto el juego lúdico como el juego como actitud. No se debería dramatizar con todos los problemas o dificultades o la pareja se agotaría con el devenir de cada día y sus múltiples `afanes´. Al principio de enamorados es fácil, pero con los años… no tanto. Y sin embargo es vital.
En el juego convergen:
- El orden y la improvisación.
- La seriedad y la broma.
- Las reglas y la espontaneidad.
- La jovialidad y la gravedad.
- La sensatez y la locura.
- La formalidad y la informalidad.
El juego conjuga una seriedad divertida y una diversión seria. Son dos aspectos inseparables. Jugar no significa hacer lo que uno quiera, no es pura espontaneidad. Exige seriedad y orden. Por eso se habla de las reglas del juego.
- EL CONFIAR: es poder abandonarnos en el otro sabiendo, más bien creyendo de veras, que nos sostendrá. Confiar es superar el miedo a que el otro me vea pequeño, dubitativo, inseguro y caminar juntos por caminos complejos; sin juzgar al otro. sin hacernos ideas preconcebidas.
Sería formidable si alejamos de nosotros cualquier atisbo de relación en forma de “negociación” permanente porque eso ¡¡no es el amor sublime al que estamos llamados!! Los novios que `negocian´ un tiempo de ocio, un viaje, un gasto… están negociando todo su proyecto de vida, arriesgándose a reducir el amor a un acuerdo, a un contrato. Nuestro amor debe crecer precisamente en la reducción de nuestros muros interiores: estrategias, intereses, miedos, zonas ocultas de nuestra personalidad.
Se dice en la exhortación Amoris laetitia:
“Por eso mismo, la familia ha sido siempre el `hospital´ más cercano. Curémonos, contengámonos y estimulémonos unos a otros, y vivámoslo como parte de nuestra espiritualidad familiar. La vida en pareja es una participación en la obra fecunda de Dios, y cada uno es para el otro una permanente provocación del Espíritu. El amor de Dios se expresa a través de las palabras vivas y concretas con que el hombre y la mujer se declaran su amor conyugal. Así, los dos son entre sí reflejos del amor divino que consuela con la palabra, la mirada, la ayuda, la caricia, el abrazo.
Esto es un culto a Dios, porque es él quien sembró muchas cosas buenas en los demás esperando que las hagamos crecer” (AL 321).
Nada de esto es extraordinario si se cuenta con la voluntad de amar, yendo más allá de uno mismo, siendo tenaces ante el error y sabiendo “volver a empezar” cuando se cae, se falla o uno se agota…
“Te querré para siempre”. Traicionar esta verdad es no entender lo que sin duda se iluminará más tarde: “Al final de nuestra vida, como comenta H. Arendt, descubrimos que solo es verdadero aquello a lo que hemos podido continuar siendo fieles”.
4.2. La dimensión eclesial del noviazgo
A veces con el ruido del día a día y nuestras ocupaciones nos afanamos en tareas prácticas de la vida y nos olvidamos de “lo esencial”. En la Exhortación apostólica Familiaris consortio núm. 49 se habla de la participación de la familia en la vida y misión de la iglesia.
Hay que examinar a fondo los múltiples y profundos vínculos que unen entre sí a la Iglesia y a la familia cristiana, y que hacen de esta última como una «Iglesia en miniatura» (Ecclesia domestica) de modo que sea, a su manera, una imagen viva y una representación histórica del misterio mismo de la Iglesia.
Es un cometido eclesial propio y original.
Lo recuerda el Concilio Vaticano II cuando dice: «La familia hará partícipes a otras familias, generosamente, de sus riquezas espirituales. Así es como la familia cristiana, cuyo origen está en el matrimonio, que es imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia, manifestará a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros» (GS 48).
a. Comunidad creyente y evangelizadora
Recordad que evangelizar es en primer lugar anunciar, anunciar la “Buena nueva”, la noticia de que Cristo ha resucitado. Y si creemos en ello y somos coherentes no hay mejor manera de hacerlo desde la familia que acompañando con este anuncio de alegría, de apertura a los otros, de participación de las inquietudes y alegrías de los demás haciéndose uno con ellos.
b. Comunidad en diálogo con Dios
La vida espiritual requiere un diálogo interior. Un diálogo individual a través de la oración y la meditación cristiana y un diálogo también juntos con Dios. ¡Cuánto crecemos juntos cuando nos ponemos delante de Dios en diálogo presentándole nuestras inquietudes, anhelos y alegrías! ¡Qué paz se genera y qué unión se crea entre los dos!
No dialogamos para pedir siempre soluciones sino para tratar de `entrar´ juntos en el descubrimiento de Su voluntad, para descubrir la profunda Verdad de lo que somos y podemos llegar a Ser, para relacionarnos con lo Absoluto, con la fuente del Amor. Y paradójicamente este diálogo con Dios refuerza y sostiene el diálogo profundo y verdadero entre nosotros.
c. Comunidad al servicio del hombre
“La familia es la esperanza de la humanidad” repetía san Juan Pablo II. Verdaderamente tenemos por delante un papel maravilloso de regeneración y sustento de una sociedad que parece licuarse, perdiendo poco a poco valores y referentes, generando mucha soledad e incomunicación.
La familia, si se abre al mundo a su entorno y al prójimo más cercano, es la mejor escuela de fraternidad para el hombre.
Una familia que lleva a su vida el seguimiento a Jesús pone en práctica la palabra de Dios. Así es capaz de acoger al que lo necesita, no duda en ayudar a los pobres, acude allí donde otra familia se está rompiendo para acompañarla… Están atentos a los gritos y los lamentos que nadie oye pues los oídos están aturdidos por el “ruido” del mundo actual. Es una llamada desde el amor de Cristo, tal y como dice san Pablo: “El amor de Cristo nos apremia” (2 Cor 5,14).
5. Experiencia vital (15 min.)
Hemos visto en este tema cómo la familia está llamada a ser comunidad de fe y amor. También una pareja de novios está construyendo una comunidad de ese mismo estilo, que se hará plena al llegar al matrimonio. Pero no somos una comunidad aislada, somos parte de la comunidad eclesial, de nuestras comunidades parroquiales, de fe, etc.
¿Creemos de veras que la comunidad es un principio de enriquecimiento humano para la pareja? ¿Cómo visualizamos el término comunidad?
Porque la comunidad de fe se construye sobre la base de la libertad y la igualdad entre todos, con una indispensable dosis de confianza y transparencia. Y cuando la pareja se abre a la experiencia comunitaria, compartida con otras personas, entonces, lógicamente, las relaciones humanas se hacen más sanas y limpias.
Benedicto XVI dijo en la Asamblea de la Diócesis de Roma (06/2005): “La vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama”. Este amar implica siempre un salir de sí mismo.
Tenemos que ser sal y luz para los demás y estar dispuestos a dar testimonio de nuestra realidad de novios, de amor iluminado por Cristo.
El ser luz y sal no es exclusivo de la familia, de los matrimonios, de las parejas de novios cristianas. Es tarea, responsabilidad, llamada, por el mero hecho de ser bautizados.
→ ¿Cómo podríamos llevar esto a cabo?
→ ¿Cómo vivimos esta realidad de ser luz y sal en nuestro entorno? ¿Cómo podríamos mejorarlo? ¿Tenemos algún compromiso social o eclesial en el que nos entreguemos a los demás de algún modo?
→ ¿Esto mejora nuestra relación?
6. El acompañamiento entre sesiones
Salir con un corazón de carne y no de `piedra´ de forma activa y no pasiva. Ir al encuentro del otro, de su mundo, de sus preocupaciones, de sus anhelos e inquietudes, de su interioridad… y con ello construir desde nuestra pareja una maqueta de un mundo mejor desde nuestro testimonio y con ello hacia afuera.
Una familia que `abre las puertas de su casa´ es un testimonio maravilloso para todos, para los más cercanos y para los menos íntimos de la familia. Y ayuda a construir ese amor recíproco que nos unirá con gran fuerza.
— Sugerencias. A continuación, os ofrecemos algunas ideas que os pueden servir para concretar el acompañamiento en los temas de espiritualidad. Este es un tema aparentemente “teórico” pero que, como bien sabemos, influirá mucho en los pilares de la relación y será imprescindible para el “amar para siempre” ante los momentos difíciles. Para ello sugerimos:
√ Una de las mejores cosas con las que más podemos transmitir en el grupo, como animadores, es a través de nuestra vida y actitud, la alegría de vivir la fe, tanto entre nosotros como matrimonio como con nuestra comunidad (parroquia, movimiento, institución, etc.). Es una prioridad en el acompañamiento espiritual, algo que deberíamos “dejar ver”.
√ Que los animadores hagan algunas propuestas atractivas de salida. Que el grupo pueda conocer y/o entrever que hay toda una vida de comunidad en la que los animadores se apoyan y donde comparten su vida sosteniéndose unas familias a otras.
— Sugerencia. Acoger, participar juntos en eventos, ser sensibles para, por ejemplo:
√ Hacer juntos un voluntariado social (esto os dará sin duda grandísimos frutos).
√ Ayudar en casa de los padres a recibir a peregrinos de encuentros varios que van surgiendo en la vida de Iglesia (jornadas mundiales de la juventud, Taizé, etc.).
√ Implicaros con vuestras familias de origen ayudar a familiares de otras ciudades que necesitan recibir una temporada a un hijo o sobrino a amigo de la familia.
√ Colaborar con ONG que ayudan en Navidad por ejemplo a personas solas (a veces sin familia por conflictos complejos o exclusión por embarazo temprano, etc.).
– Dinámica. Leemos las siguientes reflexiones de una pareja (basada en hechos reales): ⌊2⌋
LUCIA: “Con el traslado de casa, mi vida cambió radicalmente. Yo estaba todo el día en casa al cuidado del niño y Juan trabajaba muchas horas mañana y tarde; en medio de todas estas circunstancias nuevas yo me sentía sola, triste… Y lo peor es que no sentía la comprensión, el cariño y el apoyo que siempre había tenido de Juan”.
JUAN: “Recuerdo que viví este período con mucho dolor. Después de un maravilloso y largo noviazgo, habíamos conseguido por fin casarnos, tener un hijo… Y, sin embargo, cuando estábamos juntos, era un completo absurdo. Cuando yo hablaba, todo le parecía mal a ella, y cuando me callaba, también le parecía mal que no opinara. Sentía que ella me responsabilizaba de esta situación.
En un momento dado comprendí que debía pasar a la acción con los detalles: pedirnos perdón, volver a empezar, no juzgarnos, mirarnos cada mañana con ojos nuevos…Y volvimos a aprender a querernos”.
LUCIA: “A pesar de estas dificultades que sentíamos cada vez que estábamos juntos, los dos intentábamos `resolvernos´ y poner nuestro granito de arena para restablecer nuestra relación de unidad. No lo conseguimos en un día; al principio, quizá conseguía controlar una mala contestación, un juicio o mi genio, para pasar a tener largos paseos en silencio por miedo a volver a discutir. Pero, poco a poco y sabiendo que los dos poníamos de nuestra parte –y así se lo pedíamos juntos a Dios–, nuestra relación fue volviendo a la que siempre habíamos tenido.
Nos esforzábamos en ponernos de acuerdo en cada decisión que teníamos que tomar, no dando nada por supuesto; también en afinar la atención el uno hacia el otro en los detalles concretos del día a día. Y aunque las circunstancias laborales, económicas… no cambiaron, nuestra actitud ante ellas nos ayudó a superar esta crisis y nuestra relación se vio fortalecida”.
JUAN: “Después de superar nuestra primera crisis, los dos estamos muy atentos a no esperar a recomponer nuestra relación cuando ésta se rompe por cualquier motivo. Por muy pequeña que sea la fisura, debemos repararla para que no siga haciéndose más grande.
Algunas veces me viene a la mente: esta vez voy a esperar que sea ella la que dé el primer paso, pero me doy cuenta de que eso no es lo importante, que lo fundamental es que nuestra relación se reconstruya lo antes posible. Romper la distancia que nos separa: una llamada de teléfono para ver cómo le va el día, un pequeño detalle, una comida que le gusta…”.
JUAN: “Lo que sí es determinante es nuestra relación personal con Dios: si esta relación va bien, es la que nos da la fuerza para empezar siempre; sin embargo, si flojea, todo se hace más cuesta arriba”.
“Este sí personal a Dios va unido a nuestro sí como pareja (¡qué gran sacramento!) e intentamos que se haga palpable en la vida de cada día, aprovechando especialmente los momentos en que estamos juntos”.
JUAN: “Un momento importantísimo para nosotros ha sido afrontar la partida al Paraíso de mi padre, al que yo estaba muy unido. Los dos agradecemos su ayuda concreta y su ejemplo para nuestra vida como casados. En los meses de enfermedad, con largos ingresos hospitalarios, se presentaron multitud de ocasiones de amarlo concretamente y acompañarlo en la última etapa de su viaje. Y aunque esto suponía pasar menos tiempo con mi familia, en todo momento sentí el apoyo y la ayuda concreta de Lucía para vivir en paz la voluntad de Dios de cada momento presente. De este modo pudimos afrontar juntos estos momentos dolorosos”.
LUCIA: “Yo me doy cuenta de que en realidad no importa quién se ocupe de cada cosa; estamos siempre los dos pendientes de cada uno, y por tanto, también de ocuparnos de todo lo que haya que hacer con los niños o en casa. Sabemos que, si alguno no puede hacer algo, el otro después lo resuelve, y así cada día. Hay veces en que esto es más complicado, porque estamos cansados, por la situación laboral de cada uno… Pero, si fallamos, volvemos a empezar cuando nos damos cuenta de que nos hemos equivocado. También es importante buscar entre nosotros las ocasiones para estar juntos los dos solos, poder hablar no sólo del día a día, sino también de nosotros, de la educación de nuestros hijos y de cómo estamos cada uno”.
JUAN: “Estamos muy atentos a mantener viva la llama del amor, y en esto hay que invertir todo lo que sea necesario, exprimiendo cada momento. Y aquí, dejarnos sorprender por la imaginación del otro, aprovechando el momento presente como algo único. Y buscar las ocasiones para estar juntos: ir los dos a hacer la compra para aprovechar el trayecto y contarnos nuestro día a día, dar una vuelta a la manzana después de misa… Pero no solo el día a día –aunque eso ya para mí significa un esfuerzo porque soy un poco reservado– sino ir más allá y contarnos cómo estamos por dentro. También en los momentos en que sentimos que nuestra relación es más profunda, hemos intentado comunicarnos cómo podemos mejorar en algunos aspectos, pero sin reproches, ayudándonos a crecer”.
Ahora tratamos de responder a las siguientes preguntas:
→ ¿Estamos dispuestos siempre a saber “recomenzar”?
→ ¿Entendemos qué significa “querer querer”?
→ ¿Estamos abiertos como pareja al mundo y a los demás?
→ ¿En Quién nos fijaremos cuando ´las cosas no salgan` en nuestra relación?
⌊1⌋ E. Fromm, El arte del amar, Paidós, Barcelona 1982, 17.
⌊2⌋ M. Morales, El matrimonio, Ciudad Nueva, Madrid 2013, 52 (Permisos cedidos por la editorial para reproducir la experiencia de “Lucía y Juan”).