05 Ene Religiones presentes en España
JUDAÍSMO
Entre las distintas religiones monoteístas, que profesan la fe en un único Dios, ocupa un lugar destacado el Judaísmo. En él nació Cristo según la carne, y los judíos fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto, las promesas y los patriarcas (Rom 9,4-5). Siguen siendo el pueblo elegido por Dios. Los judíos son «los hermanos mayores en la fe» de los cristianos.
El judaísmo se considera heredero de la vocación universal de Abraham. De su descendencia Dios quiso hacerse un pueblo, con quien estableció sucesivas y progresivas alianzas, y al que dio finalmente una ley para observarla y una tierra para habitarla. El Dios de Israel es el creador del universo que habla a Abraham, se revela a Moisés y se manifiesta en la historia de los hombres. El pueblo de Israel es elegido entre las naciones como signo del amor de Dios y de fidelidad a la alianza. La tierra de Israel es un don de Dios a su pueblo.
La fe judía está consignada en el llamado Shemá Israel, principal oración judía, denominada así por sus primeras palabras: Escucha Israel: el Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal, las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales (Dt 6,4-9). A este pasaje se añaden actualmente otros (Dt 11,13-21 y Num 15,37-41) que exhortan al cumplimiento fiel de los mandamientos.
Durante las oraciones, los varones se cubren con un paño rectangular de lana o seda blanca con franjas azules y que se remata con borlas para recordar las 613 prescripciones (248 mandatos y 365 prohibiciones) que la literatura talmúdica descubre en el Pentateuco.
Además, el piadoso judío se distingue por la observancia de los mandamientos expuestos en el Decálogo (diez palabras): Yo soy Yavhé, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mi. No pronunciarás el nombre de Yavhé, tu Dios, en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. Honra a tu padre y a tu madre. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo (Ex 20,1-17 y Dt 5,6-22).
Como el Judaísmo es una religión monoteísta (afirma la existencia de un solo Dios), su fundamentación se apoya en la Escritura o Biblia judía, por lo que es llamada «religión del Libro» al disponer de un texto sagrado y escrito. La Biblia judía (que viene a coincidir con el denominado antiguo Testamento por los cristianos) se compone de la Ley (los cinco primeros libros con que se inicia la Biblia, o Pentateuco, atribuidos a Moisés), los Profetas (Josué, Jueces, 1-2 Samuel, 1-2 Reyes, Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce profetas menores) y los Escritos (Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiástés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías, 1-2 Crónicas). Además del texto hebreo de la Bíblia y sus versiones griega y aramea hay que tener presente la Mishná y el Talmud (enseñanza); éste último se compone de la Mishná (ley oral) y la Guemará o comentarios.
Las principales celebraciones judías son el sábado en el ciclo semanal, y las tres grandes fiestas de peregrinación a Jerusalén (Dt 16,16): Pascua, Pentecostés y Tabernáculos en el ciclo anual, que recuerdan hechos históricos de gran importancia .
El sábado o sabbat es el día de descanso, en recuerdo del descanso de Dios al término de la creación (Ex 20,11) y de la liberación egipcia (Dt 5,15). Es celebrado desde el atardecer del viernes hasta la noche del propio sábado, según la cronología de la creación «pasó una tarde, pasó una mañana». Ya el viernes por la tarde, la madre de la familia enciende dos velas: una corresponde a «recuerda el sábado» (Ex 20,8) y la otra a «guarda el sábado» (Dt. 5,12). La celebración adquiere un carácter festivo y familiar con la cena en que se bendicen el vino y el pan como signos de alegría y abundancia. En la sinagoga se lee la Torá, se estudia, se explica y se hacen las oraciones rituales. La característica más externa del sábado es su reposo, sin que se permita caminar más de dos kilómetros ni hacer otro tipo de trabajos.
La Pascua, de siete días de duración, recuerda la salida de Egipto (Ex 12), y se celebraba con la inmolación del cordero en el templo de Jerusalén hasta que fue destruido y con la cena pascual, en la que el padre de familia lee diversos pasajes bíblicos, se consumen panes ácimos y verduras amargas, un huevo duro y un trozo asado del cordero pascual, y un postre. Pentecostés, o fiesta de las Semanas, es la segunda fiesta en importancia con dos días de duración: recuerda la revelación del Sinaí mediante el Decálogo y la gratitud a Dios al coincidir con la época de los primeros frutos. La fiesta de los Tabernáculos, o de las Tiendas, de una semana de duración, celebra la gratitud por las cosechas (Ex 34,22) y se caracteriza por enramar las casas en recuerdo de la vida nómada por el desierto. Otras fiestas importantes son las del Año nuevo y de la Expiación, de carácter penitencial.
Los momentos importantes en la vida de todo judío son la circuncisión, a los ocho días del nacimiento, y que indica la vinculación al pueblo elegido, y la mayoría de edad judía a los trece años por la que se obliga a cumplir los mandamientos y a participar en la sinagoga. Estos dos hechos fueron cumplidos por Jesucristo como hombre judío (Lc 2,21 y 41-47). El matrimonio, celebrado bajo dosel que representa el futuro hogar, es contraído ante un rabino; el judío enfermo también ha de recitar el Vidni o confesión de sus pecados y el Shemá Israel como preparación a la muerte.
En España, la presencia judía puede datarse a partir del siglo IV durante las épocas romana y visigoda. Con la conquista árabe en el siglo VIII, los judíos apoyaron a los nuevos invasores, gozando de gran tolerancia y florecimiento. Sin embargo, el fanatismo de los almohades venidos de Africa, la opinión antijudía que se concreta en expulsiones de muchas ciudades europeas, la unidad político-religiosa de los pueblos cristianos de Europa, y el bautismo impuesto en los territorios conquistados a los árabes propiciaron que en 1492 los judíos también fueran expulsados de España.
Desde finales del siglo XIX se permitió la presencia de
judíos en nuestro país. Gracias al espíritu de libertad religiosa impulsado por el Concilio Vaticano II se favorece el culto judío hasta llegar el Gobierno español a reconocer oficialmente el Estado de Israel (17.1.1986) y a formalizar un Acuerdo con la Federación de Comunidades Israelitas de España (10.11.1992). La Iglesia católica en España espera y desea del Judaísmo una más estrecha colaboración y un mayor conocimiento mutuo que evite antiguos prejuicios, como mejor forma de trabajar por el diálogo judeo-cristiano en el marco de las relaciones interreligiosas.
ISLAMISMO
El Islam, cuyo significado en árabe se traduce por acatamiento, es sin duda la religión monoteísta en la que el hombre, a semejanza de Abraham (Gn 22,12; Corán 3,67), se somete incondicional y libremente a Dios. Ser musulmán (muslim) es reconocer su soberanía.
Mahoma, nacido en La Meca hacia el año 570 y muerto en Medina el 8 de junio del año 632, es el último de los profetas que, como fruto de su experiencia mística, propone el monoteísmo profesado por Abraham frente a judíos y cristianos divididos por la fe, y al politeísmo de su época y de su tierra. Los musulmanes se sienten, por ello, descendientes de Abraham por su fe sumisa en Dios aunque no herederos de la promesa mesiánica y de Ismael por la esclava Agar (Gal 3,16; 4,22-31).
En la vida de Mahoma hay dos aspectos especialmente importantes: la revelación que recibe de Dios en sueños y visiones, y la formación de la incipiente comunidad islámica.
El Corán (o recitación, en árabe) es el libro sagrado de los musulmanes que recoge las sucesivas revelaciones que Mahoma tuvo a partir del año 610. El Corán no es un libro inspirado sino descendido del cielo por el arcángel Gabriel, del que Mahoma sólo es su profeta (Corán 6,19). Los musulmanes creen que el Corán sucede y supera a la Ley judía y al Evangelio cristiano, como Mahoma es, después de Abraham, Moisés y Jesús, el último de los profetas y el sello de toda revelación. Estructurado en 114 suras o capítulos en orden decreciente de extensión, y en aleyas o versículos. En todas las ediciones se hace constar el título de cada sura (tomado de la primera palabra) y si ésta es mecana (antes del 622, o más antigua) o medinesa (posterior al 622). Fecha clave para el Islam es el 16 de julio del año 622 en que comienza la hégira o era musulmana, porque ese mismo año llega Mahoma emigrando de La Meca a Medina. Entre las suras mecanas y medinesas no sólo hay una diferencia de tiempo sino también de contenidos: las mecanas son más «teológicas» mientras que las medinesas se preocupan más de la variada legislación social de la nueva comunidad. Así, el Corán regula las relaciones con Dios al mismo tiempo que legisla la vida y la comunidad musulmanas.
Sin embargo, el Corán como libro escrito está necesitado de un esfuerzo o renovación continua (iytihad) que estudie el orden cronológico de las revelaciones, su interpretación capaz de disipar pasajes oscuros y ambiguos, la abrogación de las aleyas antiguas por otras posteriores o la supremacía de aquéllas frente a éstas, la filología de las palabras, etc.
Como Mahoma murió sin haber fijado por escrito el texto del Corán, y aunque sus contemporáneos conocían de memoria muchas suras, se corría el peligro de perderse otras. Esta tarea fue emprendida por su inmediato sucesor, el califa Abu Bakr (632-634) y continuada por su segundo sucesor, el califa Omar (634-644). La primera edición del Corán data del califato de Uzman (644-656) en respuesta a los conversos al Islam que desconocían la lengua árabe en la que fue revelado; de esta edición se enviaron algunos ejemplares a ciudades del naciente imperio musulmán. Con todo, el texto oficial se imprime en El Cairo en 1923 por el rey Fuad de Egipto, aunque con anterioridad han existido varias «lecturas» o variantes.
Junto al Corán, descendido del cielo, tiene gran importancia la Sunna, que recoge los dichos y hechos del profeta Mahoma, así como otras tradiciones de la primera generación musulmana.
El segundo aspecto importante en la vida de Mahoma es el de la formación de la comunidad musulmana (umma). Mahoma, perseguido de La Meca por su predicación, emigra a Medina y allí organiza a sus seguidores religiosa y socialmente: las suras medinesas son un claro ejemplo de ello. En consecuencia, religión y sociedad van unidas en la realidad de la vida diaria, dando como resultado una comunidad teocrática donde toda ley procede de Dios por el Corán.
La comunidad islámica se presenta, así, al mundo de hoy como perfecta, donde el musulmán está seguro de su fe y encuentra en el Corán la solución a los más variados problemas actuales. Sin embargo, la comunidad islámica está dividida no por cuestiones de fe sino de organización: sunnitas y chiitas se disputan si el califa o sucesor ha de pertenecer a la tribu (según la tradición Alí es el cuarto) o a la familia (Alí sería el primero) del profeta. Actualmente todo el mundo musulmán está más bien dividido por su actitud ante el mundo moderno. En este punto el Islam no ha de criticar, sin más, la técnica y la cultura occidentales sino más bien preguntarse qué valores está ofreciendo al hombre de hoy (derechos humanos, dignidad de la mujer, libertad religiosa, etc.).
La práctica del Islam es muy clara y se concreta en los llamados cinco «pilares», porque son como el fundamento y manifestación de la fe musulmana, vinculante desde la pubertad:
1. La profesión de fe (sahada) es recitada con mucha frecuencia, y especialmente en el momento de hacerse musulmán ante dos testigos y en el momento de la muerte: Confieso que no hay divinidad fuera de Dios y que Mahoma es su profeta. Esta frase fácil de recordar y que excluye cualquier razonamiento ya era expresada en el siglo VIII como «no decir de Dios más que lo que ha dicho él (en el Corán) y su profeta (en las tradiciones o hadiths).
La fe musulmana abarca, pues, la unicidad de Dios, los ángeles, las escrituras reveladas, los profetas y el último día: Creyentes: creed en Dios, en su enviado, en la Escritura que ha revelado a su profeta y en la Escritura que había revelado antes. Quien no cree en Dios, en sus ángeles, en sus Escrituras, en sus profetas y en el último día está profundamente extraviado (Corán 4,126; 2,177). Sin embargo, aunque los musulmanes reconocen los mandamientos del Decálogo, no son mencionados en el Corán explícitamente sino de forma amplia (17,22-39).
2. La oración ritual (salat) es recitada cinco veces al día (amanecer, mediodía, media tarde, atardecer y de noche), en dirección a La Meca y en estado de pureza (bañándose o lavándose la cara, brazos y pies, así como estar descalzo). Dos posturas, la inclinación y la postración, indican la actitud humilde ante Dios y el reconocimiento de su soberanía. La oración del viernes, «día de la reunión» para el musulmán (Corán 62,9), es seguida de un sermón en la mezquita.
Puede considerarse como la oración fundamental por excelencia la sura primera (fatiha, o apertura del Corán): En el nombre de Dios, clemente y misericordioso. Alabado sea Dios, señor del universo, clemente y misericordioso, y soberano del día del juicio. Sólo a ti adoramos y pedimos ayuda. Guíanos por el camino recto, el camino de tus agraciados y no el de los condenados y extraviados.
Las principales fiestas musulmanas son: la fiesta del sacrificio durante tres días en recuerdo del realizado por Abraham, la fiesta también de tres días de la culminación del ayuno del mes de ramadán, la ascensión del profeta Mahoma, la de su nacimiento, la del año nuevo y la de achura o de los muertos. Todas ellas están repletas de mucha religiosidad popular con diferentes actos piadosos y culturales.
3. La limosna legal (zakat) o impuesto, generalmente en forma de diezmo y en metálico o en especie, tiene como objetivo fundamental compartir la solidaridad con los pobre e indigentes musulmanes. Este precepto está frecuentemente recordado en el Corán junto con la oración.
4. El ayuno durante el mes de ramadán (sawm) está detalladamente preceptuado por el Corán (2,183-187), y consiste en abstenerse de alimentos, bebidas, fumar y relaciones sexuales durante el día. A los enfermos y viajeros se les conmuta por otros tantos días. Su práctica, a veces dificultosa, trata de probar la resistencia física y la voluntad de la persona. Todo el mes de ramadán suele ser una ocasión para instruirse y para revisar la práctica religiosa. Contiene también una especial limosna.
5. La peregrinación a La Meca (hayy), también prevista en el Corán (2,196-200) deberá ser realizada al menos una vez en la vida de todo musulmán con recursos para ir; es como la coronación de todas las prácticas y en cierta medida las incluye a todas. Ha de realizarse en el mes preceptivo y en estado de pureza (baño, cabello rapado y vestidura blanca) como signo de conversión.
El ritual de esta peregrinación comienza en La Meca dando siete vueltas alrededor de la Kaaba o templo construido (según el Corán 2,127) por Abraham y su hijo Ismael en cuyo interior se encuentra una piedra negra que los peregrinos besan; posteriormente sigue el rito de correr unos 400 m. entre las colinas Safa y Marna que recuerdan la carrera de Agar buscando agua para su hijo Ismael (Gn 21,19-20). En los alrededores desérticos de La Meca tiene lugar para toda la inmensa peregrinación el sermón oficial. El culmen de la peregrinación lo constituye la oración y meditación en el monte Arafat, para después pasar la noche en Mozdalifa. Antes de regresar nuevamente a La Meca lanzan piedras en Mina contra tres pilares que simbolizan al demonio, y sacrifican un cordero u otro animal en recuerdo del sacrificio de Abraham, para terminar con otras siete vueltas a la Kaaba y cumplir los ritos de «desacralización». Algunos visitan después en la ciudad de Medina la tumba de Mahoma, e incluso las mezquitas de la Roca y Al Aqsa en Jerusalén.
El valor de la peregrinación a los santos lugares musulmanes es doble: por una parte se experimenta la alegría de pisar aquella tierra sagrada, y por otra se percibe la variada y multitudinaria comunidad islámica universal.
La presencia musulmana en España abarca desde el año 711 con la primera incursión hasta la toma de Granada en el 1492, lo que equivale a un «notorio arraigo» de ocho siglos de historia, de arte y cultura. El Islam presente en España hoy día es sunnita, compuesto mayoritariamente de emigrantes venidos del norte de Africa, con una fe más sociológica que personal y crítica.
La Iglesia católica está dispuesta a ofrecer y ofrece el testimonio y la capacidad de diálogo con los musulmanes; es consciente de que la certeza que los musulmanes tienen en el Corán dificulta sentir la necesidad del diálogo, como también la historia no facilitó el diálogo sino que aumentó el prejuicio y el desconocimiento hasta llegar a la confrontación bélica. Los musulmanes no son una amenaza para los cristianos sino un desafío en orden a vivir unos y otros en un país donde los derechos son igualmente reclamados y el respeto a ser diferentes nos hace ser más hermanos.
OTRAS RELIGIONES
Las restantes religiones que se encuentran por todo el mundo se esfuerzan por responder de varios modos a la inquietud del corazón del hombre proponiendo caminos, es decir, doctrinas y normas de vida y ritos sagrados (NA 2). En España apenas son perceptibles otras religiones que las ya indicadas con anterioridad: el judaísmo y el islamismo.
En términos generales, hay que distinguir entre aquellas religiones que tienen escrituras, ya sean consideradas reveladas o no: estas religiones aportan u ofrecen objetivamente la fuente o la base donde apoyan todas sus enseñanzas. En cambio, existen otras religiones que carecen de escrituras, y sus doctrinas o enseñanzas no se consignan por escrito sino mediante la tradición oral, de ahí que se las denomina como «religiones tradicionales». Si nos atenemos al lugar de aparición de las religiones, podría establecerse la siguiente constatación: en Asia hay que ubicar al hinduismo y al budismo, y en Africa y América las denominadas «religiones tradicionales», aunque con las lógicas variaciones de un lugar a otro.
1. HINDUISMO
En el hinduismo los hombres escrutan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición a través de formas de vida ascética, la meditación profunda o el refugio en Dios con amor y confianza (NA 2).
El hinduismo está relacionado con el río Indo y la India, y es un sistema religioso carente de dogmas y de jerarquía. Su principal libro sagrado es el Veda, y lo integran los samhita (fórmulas rituales), los brahmanas (comentarios teo
lógicos), los aranyaka (especulaciones mitológicas) y los upanisades (enseñanzas); así, la «religión védica» contiene ritos, mitos y escuelas de espiritualidad.
Dios en el hinduismo no es personal ni nada material sino el ciclo cósmico, y su espiritualidad consiste en la fusión del alma con Brahmán o lo Absoluto a través del cumplimiento de las obligaciones propias de la casta, del yoga o búsqueda de la armonía del hombre mediante determinados ejercicios de autodisciplina y control del yo, y de la transmigración de las almas a otras plantas, animales u hombres según los méritos o deméritos de cada uno.
2. BUDISMO
En el budismo, según sus diferentes formas, se reconoce la radical insuficiencia de este mundo mudable y se muestra el camino por el que los hombres, con espíritu devoto y confiado, pueden inquirir el estado de liberación perfecta o alcanzar la suprema iluminación, ya sea mediante los propios esfuerzos o apoyados en un auxilio superior (NA 2).
Siddarta Gautama, nacido al norte de la India hacia el siglo VI antes de Cristo, a sus 28 años se hace asceta y recibe el título de buddha (iluminado). Buscaba el sentido que tiene el sufrimiento y a través de su predicación en Benarés propone la consecución del nirvana o eliminación de todo lo sensorial mediante las cuatro nobles verdades: la existencia del dolor en todos los seres vivos, el origen del dolor por la ignorancia y el deseo, la cesación del dolor extirpando todo deseo, y la victoria del dolor mediante el «óptuple sendero» (rectitud en el conocimiento, en la intención, en el hablar, en la acción, en la ocupación, en el esfuerzo, en la atención y en el recogimiento) que desemboca en el nirvana.
En realidad, el budismo no es una religión, ya que no se cree en un Ser supremo ni hay necesidad de orar sino de meditar. La práctica del budismo se base en el esfuerzo personal sin la ayuda divina, pudiendo llegar así a ser un «iluminado». La ética budista consiste en hacer el bien y rechazar el mal según la experiencia personal, y se manifiesta en una cultura de la tolerancia y de la no violencia.
3. RELIGIONES TRADICIONALES
Este tipo de religiones, ubicadas en Africa y América, aunque pueden existir en otros continentes como Asia y Oceanía, tienen unos elementos comunes: creencia en un ser supremo al que se dirigen determinados cultos y plegarias, la existencia en el mundo de seres intermedios o espíritus, la veneración a los muertos o antepasados como guardianes de las tradiciones, y la actuación de curanderos, adivinos, hechiceros o brujos.
Las religiones tradicionales, proclives al sincretismo y a la mezcla de elementos autóctonos con la cultura cristiana, han degenerados en otros grupos religiosos o sectas al entrar en contacto con el mundo occidental.